En septiembre de 1979 llegué a España tras un año académico en la Universidad de Friburgo becado por el DAAD. Escribí al director del diario El País, notificándole que había finalizado mi estancia de formación de postgraduado en Alemania y pedía reincorporarme a mi puesto de trabajo en la sección de Cultura y Sociedad. Cual no sería mi sorpresa cuando a mi casa paterna de Gijón me llegó la carta de respuesta de Juan Luis Cebrián en la que me decía escuetamente algo así como: «Reincorpórate el 1 de octubre. Quedas adscrito al suplemento dominical del diario, El Pais Semanal. Ponte en contacto con su nuevo director, Jesús Hermida».
Mi sorpresa fue enorme. Se me apartaba de «mi» sección sin la menor explicación. Sufría en mis carnes la política de Cebrián de cambiar de sección de la noche a la mañana y sin explicación alguna a los redactores del diario El País, como si fueran máquinas de escribir que se cambiaban de mesa.
Hermida era el legendario corresponsal de TVE en Nueva York. Me había fijado en su existencia diez años antes, cuando, estando a mis 16 años veraneando en Torrejón el Rubio, Cáceres, a las puertas de lo que más tarde sería el parque nacional de Monfragüe, vi por televisión la retransmisión que hizo Hermida de la llegada a la luna del astronauta Neil Amstrong en julio de 1969, emisión que le hizo famoso entre los telespectadores españoles, así como por la forma de entonar su voz y las posturas que adoptaba ante la cámara. Una forma de comunicar que explica porqué en 1980, meses después de fallecer Félix Rodríguez de la Fuente, Hermida dijera en unas declaraciones que la Facultad de Ciencias de la Información «debería crear un departamento de investigación que analizara la forma de comunicar del popular divulgador de la naturaleza».
Posiblemente Hermida sabía que lo que para algunos parecía heterodoxo, escondía claves no conocidas, tras cuya pista el también podría haber estado, al constatar en su persona que a él también le había llevado al éxito lo poco o mucho que había logrado aplicar de aquella forma peculiar de expresarse, que al menos en el caso de FRF era no escribir y, por tanto, no leer lo que locutaba ante los micrófonos.
Al llegar a redacción algunos comentarios jocosos de mis compañeros de redacción sobre el destino que me aguardaba me pusieron en prevención. Para los sesudos e intelectuales redactores del diario El País, Hermida resultaba un poco pintoresco y, en efecto, lo era.
Me recibió adoptando aquellas extrañas posturas en las sillas, cambiando ostentosamente las piernas de posición y apoyando la cabeza en sus manos a diestra y siniestra, que parecía iba a caerse a un lado. Así que no llegué a intimar con él, algo de lo que me arrepiento, ya que era una persona muy interesante a pesar de sus excentricidades de la que los anillos que gustaba ponerse en los dedos de las manos era ya lo de menos. El mismo me contó que el Seat 60o con el que llegaba a redacción era su segundo coche ya que el primero, que se había traído de Amérca, consumías 16 litros de gasolina en ciudad y, claro, con los atascos de Madrid era una ruina. Pero no se había desprendido de él porque su equipo de música era de tan alta fidelidad que lo había aparcado en un montículo de su jardín, en una urbanización de las afueras de Madrid, por Pozuelo o Majadahonda, y allí se metía a escuchar su música favorita a todo volumen sin que nadie protestara, en particular la de los Beatles, de los que era un fan acérrimo.
Hermida me dio total libertad para elegir mis temas y desarrollar mi labor, a pesar de mis 26-27 años, que son los que me pasé a su lado como único redactor en plantilla del suplemento semanal, que se nutría de colaboradores cuyos originales editaba con maestría José Gil Franquesa, redactor-jefe y gran profesional al que yo ayudaba en lo que podía al tiempo que escribía mis reportajes.
A pesar del poco cariño que le expresé, Hermida debía tener buena impresión de mí, porque cuando en septiembre de 1969 los militares me llamaron a filas y tuve que pedir un segundo años sabático en el diario, no dudó en acercarse a la cervecería a la que había convocado a mis compañeros de redacción para despedirme por un año de ellos, a imitación de cómo hacían los quintos que se iban a la mili en los pueblos.
Al año siguiente, en diciembre de 1981, estando yo aún en la mili, Hermida había dejado El País para dirigir y presentar el telediario de mediodía de TVE. No dudó en llamarme, al recibir la nota de prensa que le había enviado con la noticia de que iba a sacar una revista dedicada en exclusiva a la naturaleza, para entrevistarme en directo en pleno telediario de las 3, cosa anómala, porque en aquellos años salían nuevas cabeceras de la prensa alternativa a diario y no eran un tema noticiable en el telediario.
(Extracto del libro «Luchar Lo Libre II. 1978–1980″. En Prensa. será editado en abril de 2022. 174 pp. Formato 12 x 18,5 cm. Ed.: www.elcarabo.com)
Reportajes publicados por BV en el dominical del diario El País (1979-1980)
1979, noviembre: Erosión
1980, 27 de enero: Halcón peregrino
1980, 13 de abril: Toro bravo
1980,: El Quebrantahuesos
1980, 14 de septiembre: Energía solar
1980, Mar Mediterraneo
Columnas:
1980, Cazadores examen
1980, Salvemos las águilas
1980, Ahorrar energia
1980, Ballenas
1980, Vías pecuarias
1980, Grullas