Los fabricantes de las maquinas excavadoras, cuyos clientes roturaron monte mediterráneo hasta la década de 1980, plantan en 2021 árboles para restaurarlo. Un gesto que indica el gran nivel de sensibilidad ambiental alcanzado en España en estas tres décadas, lo que nos llena de esperanza.

Así titulaba Quercus en 1983

Así quedaban las laderas tras pasar las máquinas aterrizando

La vida escribe derecho en renglones torcidos. Cuando hace más de medio año, un holandés de la fundación True Nature me escribió, pidiéndome que le buscara un sitio y un equipo capaz de plantar 450 árboles para la empresa del Bulldozer Cartepillar pensé cómo dan la vuelta las cosas a lo largo del tiempo. 

Decidimos parar las máquinas encadenándonos a ellas

 

Hace muchos años, hacia 1977, Jesús Garzón me dijo, plenamente convencido, que una manera de proteger la naturaleza, de forma eficaz, rápida y contundente, sería acabar con todas las máquinas excavadoras Caterpillar y bulldozers que pululaban por España, entonces muy pocas, que empezaban a destrozar la naturaleza, y que Garzón veía como la herramienta que podía dar a los ingenieros la posibilidad de ejecutar sus faraónicas y grandiosas ideas de llenar España de pinos, eucaliptos, pistas forestales y demás modificaciones del paisaje.

Años después, iniciamos una lucha para parar las máquinas. No acabando con nada, que poca culpa tenían las máquinas y las empresas que las fabricaban de lo que se hacía con ellas, sino encadenándonos a las mismas para impedir que sus operarios pudieran seguir arrasando la cubierta vegetal autóctona de España y aterrazando las laderas de los montes como si fueran naranjas o patatas que estuvieran pelando, para luego poner en ella sus pinos y eucaliptos.

Fuimos detenidos por la Guardia Civil y juzgados. Pero a pesar de haber cometido un delito de faltas, por interferir la actividad laboral de terceros, y lesionar sus intereses económicos al perder una jornada de trabajo, el juez nos absolvió, considerando que actuábamos bajo una Ley de rango superior, como lo es la Constitución Española,  que establece el derecho, y el deber, de todo ciudadano de preservar el medio ambiente.

Aquella lucha de acción directa logró parar la sin razón. Hasta algunos de los ingenieros que ejecutaban aquella política de cultivar el monte, consideraban las actuaciones lesivas para la cubierta vegetal y para, sobre todo, la tierra que la sustentaba, porque la erosión se llevaba luego toneladas de tierra ladera abajo.

Cuando, muchos otros años después, como digo, me pidieron plantar árboles en nombre de la empresa que fabricaba aquellos monstruos, pensé lo que he dicho, que la historia devuelve las cosas a su sitio y que aquello era un gesto altamente simbólico por el cual una empresa como Caterpillar se reconciliaba con esa naturaleza que las máquinas habían destrozado por un mal uso de las mismas. En una próxima entrega narramos cómo se desarrollo la plantacion y el final de esta historia.

 

 

Dejar un comentario